Clemente Pérez
Abogado, Máster en Políticas Públicas
Socio del Centro de Estudios Democracia y Progreso

Hasta que se instaló en Chile la grieta. El país dividido en dos polos, con un abismo entre ellos. El escenario de polarización máxima: hay que optar por una candidata comunista o por un republicano. Fenómeno similar al de Estado Unidos, al de Argentina, y al de otros países, en el último tiempo. Las democracias europeas con sistemas parlamentarios han resistido más a este fenómeno.
Al final, no era culpa de Carolina Tohá y su campaña, haber perdido las primarias de la izquierda, como tampoco fue culpa de Evelyn Matthei haber perdido en estas elecciones, las primarias de la derecha. Más allá de errores cometidos o cosas que se pudieron hacer mejor, estamos ante un sunami mucho más fuerte y que traspasa fronteras. Una división que se instaló y que incluso traspasa al ámbito de lo cultural y emocional. Durante la pandemia, por ejemplo, en Estados Unidos sólo los Demócratas usaban mascarillas, mientras entre los Republicanos no sólo no se usaban, sino que incluso proliferaron los grupos antivacuna.
Ojalá no lleguemos a ese extremo. Tuve el honor de trabajar en los equipos programáticos de Evelyn Matthei, específicamente en temas de infraestructura. Me encontré con un grupo profesional diverso en lo político, del más alto nivel, en cada uno de sus ámbitos de acción y con un tremendo compromiso. Pero nuestras propuestas no sonaban tan fuertes, no éramos tan vociferantes. Las posturas más centristas palidecen ante el ruido de las redes sociales y de la desesperación de las clases medias por salir del estancamiento y de la inseguridad. Se ofrecen y se prefieren soluciones simples para problemas que, en realidad, son complejos.
Hoy tenemos varios partidos, muchos de ellos cercanos al centro, condenados a desaparecer. Entre ellos Evópoli, Amarillos, Demócratas y el Partido Radical, un partido de tradición centenaria. Otros aceptaron ser vagones de cola de posturas más radicales, como es el caso de la DC, a cambio de una buena negociación parlamentaria. Ya no lideran, no son gobierno, no son oposición, ni presentaron candidatos presidenciales siquiera, pero lograron varios parlamentarios. Tal vez sea un camino. Ubicarse convenientemente a un lado de la grieta.
Eugenio Tironi dijo que estamos ante un cambio de época: “el centro, en cualquiera de sus versiones, dejó de ser un proyecto y se volvió un recuerdo, una pieza de museo”. “Los partidos bisagra y los moderadores de salón pasaron a retiro: lo demás es melancolía”.
Puede que tenga razón en cuanto al diagnóstico, pero eso no quiere decir que debamos aceptar esta nueva realidad y cruzar los brazos. La grieta se debe combatir. De otra manera, el péndulo va a ir de un extremo a otro cada 4 años. Hoy la derecha celebra y la bolsa también. Pero si no logramos cerrar esta grieta, en 4 años más van a estar rezando, de nuevo.
Debemos buscar formas de reducir la grieta, la división binaria y maniquea en la que estamos. Debemos recuperar el ideal aristotélico de la moderación y evitar los extremos, “por exceso o por defecto”. Bonito desafío para los partidos llamados a ser bisagra. Ojalá encuentren la forma de sobre vivir, pues son indispensables.
[1] Artículo publicado por el DF el 19.11.2025