Socialcristianismo para una Nueva Sociedad1

Por Mariana Aylwin O.

Nuestro Contexto.

       Vivimos un tiempo que no sabemos leer bien. Hay distintas interpretaciones acerca de lo que la gente quiere y del malestar de nuestro tiempo. Para unos, el problema es “el sistema” y demandan un cambio radical del mismo. Desde un discurso simplista que no da cuenta de la complejidad de la realidad actual, se apela a las emociones, al anhelo legítimo de una sociedad igualitaria, sin abusos ni privilegio. Pero al mismo tiempo, se prescinde de diagnósticos adecuados. Es el discurso de quienes se perciben en “el lado correcto de la historia” (los que luchan por un mundo mejor) y pretenden imponer sus ideas desde una supuesta superioridad moral.

       En este sector están los Podemos, el movimiento independentista en Cataluña, la radicalización de las izquierdas en Europa, la situación de Estados Unidos y qué decir de los socialismos del siglo XXI en nuestra América Latina: demandas legítimas, diagnósticos parciales y soluciones concebidas desde la ideología más que de la realidad. Todos estos factores tienden a reducir los espacios para el debate democrático y la búsqueda de acuerdos y a polarizar la sociedad entre progresistas y neoliberales o conservadores, entre buenos y malos, entre el todo o la nada.

       En el otro extremo, ganan posiciones quienes responden de similar manera, apelando a sentimientos primarios y negativos para oponerse a la avalancha de cambios sociales y culturales del mundo actual. El mejor ejemplo es la elección de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos, un personaje de farándula que logra captar el malestar de millones de ciudadanos embarcando a su país y al mundo en una incierta aventura. No es muy distinto del líder ruso Vladimir Putin. Ellos responden a problemas legítimos, como por ejemplo las migraciones, pero con diagnósticos que hacen caso omiso a la complejidad del mundo en que vivimos y situándose en la misma dialéctica de los buenos y los malos.

       En Chile observamos ambas realidades. El espacio para la discusión más compleja también se ha reducido. La centro-izquierda chilena de los últimos años abandonó el gradualismo y se situó en el espacio de la sobre-ideologización y la ruptura. Por su parte, dentro de la derecha un sector de ha radicalizado en sus posiciones. Es verdad, el discurso de la candidatura y del gobierno de Sebastián Piñera se ha trasladado hacia el centro. No obstante, si bien la centro-derecha ganó la elección, no ha conectado con los cambios culturales del país. Por último, en el centro, hay una dispersión de grupos pequeños que, en un ambiente polarizado, no logran aún articular un discurso convocante.

       La fuerte influencia de las redes sociales en la política aumenta su descrédito. Lo paradojal es que los políticos intentan ser populares o creen interpretar a la sociedad siguiendo estas redes. Ellas tienen la ventaja de la horizontalidad, pero también son el resumidero de odiosidades, agresiones y polarización. Las grandes mayorías están incrédulas y desconfiadas.

       En este contexto, tanto la Socialdemocracia como el Socialcristianismo están viviendo una crisis, lo que se manifiesta en Europa y en América Latina. Ésta es consecuencia, en parte, de sus propios éxitos tras la ruptura del mundo bipolar y el retorno a la democracia en varias naciones del mundo durante los años noventa. En Chile, sobrevinieron dos décadas de crecimiento económico y desarrollo social con la Concertación, pero también – como en el resto del mundo- se desarrolló una sociedad mucho más compleja con la irrupción de nuevos problemas como las ciudades, las migraciones, la concentración de la riqueza, la nueva clase media vulnerable, la mayor autonomía de las personas, la expresión de identidades y la diversidad.

       También ha hecho lo suyo la abismante evolución e impacto de las nuevas tecnologías, que están cambiando las formas de relacionarse, transformando así el mundo laboral y la cultura. Las respuestas tradicionales están siendo profundamente cuestionadas, también las instituciones democráticas, más aún cuando son afectadas por situaciones de corrupción. Hay un cuestionamiento al poder formal por abusos e ineficiencias para resolver problemas largamente postergados.

       Tenemos una sociedad más abierta, informada y diversa. Pero a la vez ésta tiende a aceptar respuestas simplistas (tipo Trump), autoritarias (Putin), o populistas (Italia) para dar satisfacción a su descontento. En América Latina, recobra fuerza el populismo y se debilitan las democracias, aún a costa de hipotecar el desarrollo de sus pueblos.

¿Tiene vigencia el Socialcristianismo en el mundo de hoy?

       La respuesta requiere precisar si se trata de la doctrina o de encarnar un nuevo proyecto político socialcristiano.

       Si se trata de una doctrina que contribuye a enriquecer la vida en sociedad en el mundo contemporáneo, ella está vigente. Pero con una advertencia: los valores cristianos no son patrimonio de los cristianos, sino que son valores universales. La igual dignidad de cada persona, el respeto a su libertad y trascendencia, la justicia social, la opción preferencial por los más débiles, la fraternidad y la búsqueda del bien para la vida en común, son principios esenciales para el pleno desarrollo de la persona humana y la sociedad, no son principios diferentes al del humanismo laico. El tema es cómo se expresan esos principios en la política.

       Para que estos principios sean más eficaces en su acción, ¿es necesario que se expresen en una tendencia o un partido político?

       La doctrina socialcristiana, como fuera explicitada por la Iglesia Católica a fines del siglo XIX, inspiró a los partidos católicos modernos tras la Segunda Guerra Mundial intentando reconciliar el catolicismo con la modernidad. Se planteó como una tercera vía frente al liberalismo y el socialismo marxista, siguiendo la tradición de la Cristiandad: el llamado a construir el reino de Dios en la tierra y tuvo, en sus inicios, una expresión corporativista.

       No obstante, desde los años setenta, la Iglesia fue cambiando su mensaje invitando a los cristianos a evangelizar el mundo en que vivían; unos insertos en la sociedad capitalista, otros tras la cortina de hierro. De hecho, surgieron distintas vertientes del Socialcristianismo. En América Latina, la teología de la liberación. En Europa, Karol Wojtyla y otros impulsaron alternativas a los socialismos reales.

       En Chile también hubo distintas expresiones del Socialcristianismo. Desde el cristianismo más conservador de tradición asistencialista, hasta los cristianos por el socialismo. Había diferencias y no menores respecto a cuáles eran las respuestas a los problemas de la época. Algunos, hasta asumieron la vía armada. No obstante, fue la Democracia Cristiana el partido que enarboló con más adhesión popular esta bandera.

       Cabe destacar que la tendencia Socialcristiana predominante en Chile se situó en la centro-izquierda. Concibió un proyecto democrático, popular, pluriclasista y de vanguardia social. Fue alternativa tanto a la derecha tradicional y oligárquica, expandiendo la democracia e incorporando nuevos sectores a la sociedad chilena, como a la izquierda marxista, que postulaba la revolución con ambigüedad democrática y fuertemente influida por la experiencia cubana en el contexto de la Guerra Fría.

       Con posterioridad al gobierno de Allende y la dictadura militar, la confluencia del humanismo laico y cristiano logró no solo reconstruir la democracia revalorizando su importancia. El país dio un salto en su desarrollo pasando de ser un país de la medianía en América Latina a liderar en solidez de sus instituciones, crecimiento económico, disminución de la pobreza, avances en salud, educación, infraestructura, entre otros. Gracias a este acuerdo nacieron los gobiernos más exitosos de la historia contemporánea, conciliando democracia en lo político, equidad en lo social y crecimiento en lo económico. También representó una apertura cultural.

       Hoy son otros los desafíos. El gobierno de la Nueva Mayoría demostró que el camino de las ideas sin encarnarse en la realidad termina siendo ineficaz. Que no bastan los principios para mejorar la vida en común. La historia está plagada de ideales que, aun siendo muy nobles, terminaron siendo perjudiciales para el desarrollo, bien porque fueron impuestos, bien porque se distorsionaron o porque causaron más males que bienes. No bastan las ideas y las convicciones. Se requiere un diálogo con la realidad.

¿Cómo expresar el Socialcristianismo en la nueva sociedad?

       Si quiere tener vocación de influir de manera eficaz, no creo que el Socialcristianismo deba construir una fuerza política desde un nicho propio. Mas bien debe ser el articulador de un esfuerzo por aunar a los humanistas en torno a desafíos comunes. De no ser así, me temo que lo que termine identificándole sea el rechazo a los cambios llamados valóricos o culturales. Es preciso una convergencia más amplia sobre temas centrales para mejorar la calidad de la convivencia y la vida de las personas.

       Para ello, creo que existen cuatro focos que debieran llamar nuestra atención. En primer término, es preciso plantear un énfasis cultural. Se trata de buscar una ética del cuidado: pensar un nuevo trato basado en el respeto de la dignidad humana, lo que implica el cuidado de sí mismo, del otro, de la ciudad, del medio ambiente y de los más débiles.

       En segundo lugar, una resignificación de la democracia y la convivencia ciudadana, fortaleciendo a las comunidades intermedias. Se trata de propiciar una democracia con derechos y obligaciones, y hacer frente a los populismos y los autoritarismos.

       Tercero, el foco en una nueva economía, más colaborativa, que, de fuerza a los nuevos emprendimientos, especialmente de los jóvenes y reconozca al mundo del trabajo. Un esfuerzo en donde busquemos redefinir la subsidiariedad y la relación entre lo privado y lo público.

       Por último, debemos enfocarnos en las nuevas demandas de la sociedad como feminismo, migraciones, salud, educación y adultos mayores, buscando promover soluciones equilibradas. Es decir, con políticas públicas de calidad, pensadas con rigor y hechas sobre diagnósticos sólidos.

 ___________________

1.Ponencia expuesta en el seminario Socialcristianismo en Chile: Reflexiones de una Sociedad en Cambio el día 2 de junio del 2018 en el Ex – Congreso Nacional, Santiago de Chile.

>> Descargar documento en PDF <<

Dejar un comentario

Grandes Humanistas

Works with AZEXO page builder