Chile ante la guerra comercial mundial

Ernesto Tironi B.1

       El éxito económico de Chile en las últimas décadas fue logrado principalmente gracias a una economía mundial abierta. Eso hoy está en peligro por la guerra desatada por Trump.

       Hasta ahora el debate nacional se ha centrado en qué efectos económicos puede tener en Chile este conflicto comercial. En particular ¿Sería de poco impacto ya que no estamos siendo atacados directamente? Otra pregunta que me parece de relevancia es ¿Cómo podría Chile mitigar o enfrentar mejor los efectos de esta crisis?

       Los impactos probables de los aranceles y restricciones al comercio entre las mayores potencias del mundo sobre Chile son múltiples y de difícil pronóstico. No se reducen a una probable caída del precio del cobre por la incertidumbre en el corto plazo. Habrá sectores exportadores nacionales a los cuales pueden abrírseles grandes oportunidades mientras que a otros pueden cerrárseles.  Si ganarán o no dependerá de si pueden aprovechar esas posibilidades. Pero también otros perderían ¿Y por cuánto? Dependerá del costo de ajustarse. Además, un mismo sector puede ganar mercado en un país y perder en otros. Por eso habría que hacer cálculos en detalle y por productos para estimar un resultado global neto.

       Por ejemplo, es probable que las exportaciones chilenas de carne de cerdo a China aumenten su demanda, porque este país comprará menos a Estados Unidos en represalia por los aranceles a televisores y paneles solares chinos que ha impuesto el país norteamericano. Pero es posible que la carne que este país vendía a China ahora se desvíe a Corea del Sur y esto reduzca las exportaciones de Chile a Corea. También habría que considerar qué pasará con productos que Chile importa desde China que ahora pueden bajar de precio al no poder venderse en EEUU, como ocurriría con esos televisores y paneles. Y estamos dejando fuera los efectos financieros.

       Sumando y restando todos esos efectos, probablemente habrá un balance neto negativo sobre Chile porque el volumen mundial de comercio, de ingresos y el PIB del conjunto de las grandes potencias caería. También bajaría la inversión a nivel mundial, lo que perjudicará especialmente el precio y consumo de cobre que es tan significativo para nuestro país.

       Entonces, aunque esta sea una pelea de perros grandes, igual nos veremos afectados y posiblemente mucho. Somos vulnerables no por representar mucho en el comercio mundial (en realidad como un tercio del 1%) sino porque nuestro comercio externo es grande en proporción a nuestra producción nacional.

       ¿Qué hacer? Primero despejemos aparentes soluciones que no son más que ilusiones o espejismos. Por ejemplo, que vamos a cambiar algo las cosas haciendo reclamos ante los organismos internacionales como Naciones Unidas, la Organización Mundial de Comercio o el Banco Mundial. Eso es música. Esos organismos no tienen suficiente poder y menos sin la anuencia de las mayores potencias mundiales. Y además, aunque tuvieran algo, Chile es casi insignificante para incidir en las políticas de esos organismos, aunque la razón y la ley esté de nuestra parte. La otra idea que oiremos, es que debemos unirnos con otros países de América Latina e incluso de más allá, para hacer nuestro reclamo. Otra ilusión; cinco perros chicos no detienen la pelea entre dos elefantes. Y otra idea peregrina que podemos escuchar es que la solución es no depender tanto de las importaciones y exportaciones. O sea, volver a la sustitución de importaciones. No; eso nos empobrecería más.

       Lo que necesitamos hacer es cerrar filas como país, incrementando la cooperación, flexibilidad y productividad para operar en la economía, especialmente entre los principales organismos del Estado y todo el sector privado. Es el momento de trabajar unidos. Mejorar sustancialmente la información obtenida por nuestras oficinas comerciales públicas y privadas en el exterior, sobre todo en los países en conflicto y hacia donde exportamos: China y USA. Salir a pesquisar dónde hay peligros y oportunidades, e informar rápidamente de ellas a las empresas. Lo mismo de parte de los privados; cooperar más entre ellos y con las oficinas públicas. En breve: máximo despliegue, esfuerzo, estudio, facilidades, conexión y rapidez.

       Lo segundo, es elevar la flexibilidad para que nuestras empresas exportadoras puedan expandirse y aprovechar nuevos mercados. Y también flexibilidad laboral para cerrar las faenas que puedan verse afectadas. Permitir opciones para diferir pagos de indemnizaciones, contratos de tiempo parcial, et cetera. Porque los próximos años pueden ser de mucha incertidumbre y no será fácil decidir si abrir o cerrar plantas sin saber cuánto tiempo estarán abiertos los mercados externos.

       Lo tercero es subir todavía más la prioridad de elevar la productividad: lo que nos demoramos en llegar con los productos al cliente, su calidad, menos entregas defectuosas y bajar costos. Esto implica una mejor capacitación de los operarios, ejecutivos, ingenieros y de otros trabajadores en múltiples niveles, tanto en el sector público (SAG, Aduanas, INDAP, empresas ferroviarias, et cetera) como en el privado.

       Y, finalmente, mejorar la infraestructura, especialmente exportadora: caminos, puertos, aeropuertos entre otros. Evitar paralizaciones, demoras y toda medida que afecte nuestra capacidad de exportar. Sólo así Chile podrá enfrentar bien estos tiempos económicos turbulentos que se vienen y, por qué no, incluso salir fortalecido.

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1. Ex Embajador ante la OMC.

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