Chile su camino al desarrollo. ¿Por la Autopista o por la Caletera?

Eduardo Aninat U.

Miembro Comisión RR .EE

Progresismo con Progreso (PCP)

       Llama la atención el continuo y repetido foco en la discusión pública sobre los elementos que están marcando los índices de crecimiento de la coyuntura. Los analistas y académicos que los nutren, viven sumergidos en que el IMACEC baja  tanto, que el retail oscila por el consumo, que las expectativas del día para la bolsa y  valor de la divisa pasan de A a B, etc. Cuando mucho se atreven a esbozar – sin gran precisión- de cuánto pesa el tema externo,  sobre la magra coyuntura nacional.

       El tema de mediano y largo plazo es muy diferente de lo que los medios y las redes marcan en sus agujas  del día a día. Ese tema,  medular y mucho más de fondo, tiene que ver con una pregunta socio-cultural central: dicho con dureza, ¿Los chilenos estamos optando y prefiriendo circular al desarrollo por la  Caletera o por la Carretera?. Todo lector sabe distinguir de inmediato que las condiciones de seguridad, de velocidad, de amplitud y de circulación general masiva son muy pero muy diferentes entre una vía y otra vía dramáticamente distintas, como se explica.

       Hoy tenemos países Latinoamericanos que ni siquiera aspiran a las caleteras, sino que han hechos virajes drásticos en “U” para regresar al pasado: casos como Venezuela y Nicaragua hacen que sus economías y sus sociedades estén enfrentando un Stop y de proyecciones muy lúgubres.

       Otros han buscado focalizar las energías de medios de prensa, redes y aparatos judiciales a un deporte nacional absorbente: investigar a sus elites políticas, empresarias y  dirigencias sindicales a saciedad, para llevarlas prontamente  a tribunales. Juzgarlas por sus juegos de corrupción, cohecho y colusión. Es satisfactorio ver que el antes manoseado sistema de justicia, empieza  a pararse en dos pies y reacciona, como en los casos de Perú, Brasil y, recientemente, Argentina. El problema es que dicho juego de resarcimiento justo, no es ni de lejos suficiente para delinear un camino nuevo y eficaz para volver a crecer. Diremos que ese tipo de países entraron a una caletera especial,  donde el tráfico transcurre lento, desenfocado y muchas veces vacilante.

       Y ¿Cómo andamos por casa? Bueno ni tan mal, ni tampoco demasiado bien. Estamos  intentando elegir una autopista más rápida, más moderna, pero no estamos muy de acuerdo aún, en  las dos cosas importantes. La primera: ¿hacia dónde queremos llegar al final del camino? En segundo término: ¿cuántos ciudadanos podrán llegar a circular a respetables  velocidades en la misma?.

       La primera disyuntiva es  seria y refleja un problema  estructural: fallas en la clase de educación recibida – pasiva y autocomplaciente  v/s  dinámica y científica- ,  sesgos culturales imperantes,  mal desempeño de nuestros políticos, dominante tendencia social a exigir mucho y dar poco,  vejez e inoperancia  parcial en algunas instituciones claves, etc. No hay mucho consenso de adonde ir, porque no hay espacios razonables y compartidos para ponerse de acuerdo de forma racional y civilizada de  objetivos prioritarios para marchar y de los hitos calendario para medir. Andamos para adelante,  pero con recurrentes zig zags y  variadas infracciones al tránsito común.

       La segunda, está enteramente relacionada con la vieja  discusión sobre distribución de los ingresos,  oportunidades y acumulación de riqueza.

       Este tema valórico-social ha sido por casi un siglo,  un parte-aguas en la política chilena. Solo que hoy ese gran tema se asocia y  se complejiza también con la temática moderna acerca de exclusiones, las discriminaciones, las voces postergadas de una serie de minorías activas y emergentes. Al tema de los  ingresos  de cada decil, se suma  hoy una larga lista de reivindicaciones territoriales, étnicas, de género, de minorías sexuales  y de condiciones de habitar o de salud,  del trato a jóvenes y adultos mayores, suma y sigue.

       También influye en el cuadro  un cierto estado de polarización y  frecuente desencuentro  entre las tres fuerzas políticas principales – Chile Vamos, ex Nueva Mayoría, Frente Amplio –  lo que hace  más difícil la gobernanza  y más incierto los avances efectivos  logrables por gobiernos de turno.

       El coctel es variado y los factores determinantes son muchos para analizarlos en una columna sintética.

       Como aproximación al tema, confiando que el debate de la idea central nos permita avanzar con mayores y asertivos elementos, he aquí mi preliminar conclusión:

       Chile no ha abandonado viajar al desarrollo por autopista, a pesar de algunas voces nostálgicas e iracundas que llaman a salirse y circular por caleteras.

       Pero debemos mejorar al menos dos condiciones urgentes para acercarnos a una velocidad de crucero  eficaz – en vez de andar al 2 por 3, crecer al 4 por 5 – y que sea más segura para todos.

  • Abrir mejores compuertas para que accedan -ordenadamente – sectores sociales nuevos que aspiran a viajar por autopista, y  que están  motivados para pasar adelante en base a mérito  y  esfuerzo acumulativo. Eliminar los “antojadizos tags” de  barreras sociales arbitrarias y excluyentes, las que hoy impiden a muchos participar.
  • Asegurar señalética de viaje comunes y mejor visibilidad, pistas iluminadas y sobre todo, una seguridad general para, circular rápido y confiados,  en vez de sufrir  detenciones, congestiones arbitrarias, asaltos,  amén de  un sinnúmero de baches en el camino.

       Ello apunta a, reglas del juego más previsibles, justas y de común conocimiento para todos: grandes, medianos, pequeños.

       Finalmente, para pasar de tasas de desarrollo  mediocres  a tasas más importantes  requerimos más voluntad y compromiso, tanto de los conductores y pasajeros, como de aquellos que dirigen y regulan el tráfico. No se puede manejar descuidado y protestando de todos, ni se puede dirigir solo enfocando a los que corren en la fila más veloz. Volver a mejor equilibrio con voluntad ganadora nos hará mejor a todos.

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