Latinoamérica sin identidad

Jaime Abedrapo

       El poder por el poder, sin sentido ni identidad, está en la base de la inestabilidad política latinoamericana. Los Mandatarios de esta región, por diferentes razones, hacen caso omiso a la necesidad de crear comunidad en torno a lo que fuimos y somos, asunto que en general se ha dejado de lado desde los tiempos de la independencia y que hasta hoy es fuente de conflicto social y político.

       Latinoamérica pareciera encontrarse sin visión de futuro, anclada en conflictos sociales que nos amenazan con una agenda de seguridad nacional más que con una de integración y cooperación. Las causas serían la carencia de liderazgo político y, más precisamente, los conflictos históricos heredados desde nuestra forzada independencia, proceso que no contempló reconocer nuestra identidad y futuro común. Esto último explicaría la razón por la que no nos adaptamos adecuadamente a los cambios que nos plantea la postmodernidad, ya que es difícil que un sujeto que no sabe de sí mismo sepa hacia dónde se dirige.

       Los síntomas de lo señalado los representan los conflictos sociales que, por un lado, han renacido a través de regímenes autoritarios en Latinoamérica y, por otro, los populismos de derecha vacíos de propuestas comunitarias, ya que más bien se legitiman sobre programas de gobierno que representan proclamas sustentadas en el hastío ante la corrupción, la excesiva burocracia, la reivindicación de más derechos sociales o las propuestas liberales en lo valórico. Sin embargo, tienden a no presentar una política sostenible con propuesta de futuro, lo cual puede conllevar a una crisis institucional, porque sus acciones se fundan en un cambio de orden social, sin un debido proceso de consenso societal y lejano a la promoción de la dignidad humana.

       El eje Cuba-Nicaragua-Venezuela son una triste realidad del pasado, el cual a través de regímenes autoritarios aún representan hambre para sus pueblos. Sus bases ideológicas se amparan en un mar de retórica de igualdad y anti imperialismo que ha significado una condena para sus pueblos, los cuales han debido soportar libertades condicionadas y una vida muy precaria. Estos gobiernos están dispuestos a usar las armas para mantenerse en el poder bajo la consigna de que no serán doblegados por “intervencionistas”, y apuestan por un camino de revolución que no saben a dónde conduce, pero sí los costos a pagar: exilio, prisión para la disidencia, restricción a las libertades individuales y, si es necesaria, la tortura contra la “traición”, entre otros costos “colaterales”. En los hechos, la hambruna y las denuncias por persecución y represión de las personas opositoras o disidentes son una constante en Nicaragua y Venezuela, países que cuentan siempre con el apoyo militar e ideológico de Cuba.

       Por último, están los gobiernos con características tecnócratas que alcanzan la magistratura de la nación con apoyo de los electores que desean huir de la corrupción y la mala gestión del ciclo de gobiernos de centroizquierda que por más de un lustro predominaron en Latinoamérica. Sin embargo, estos han significado una decepción. Como es el caso de Argentina, con un gobierno que se evalúa primeramente por sus resultados en lo económico y social, y que cuando los resultados han sido magros, el apoyo tiende a desplomarse. En efecto, son elegidos con el mandato de administrar y si fracasan tienden a profundizar la crisis de identidad de las sociedades, ya que generan incertidumbre y crispan la convivencia social, porque no tienen discurso político que brinde sentido a la comunidad.

       De alguna manera Chile corre este riesgo, aunque debemos soslayar que los números macroeconómicos se presentan en una tendencia positiva desde que asumió la actual administración, la cual además está enfrentando la corrupción de manera frontal, como en los casos en el Ejército y en Carabineros. No obstante, el Gobierno no ha conseguido transmitir una idea del rumbo hacia dónde vamos como sociedad y cómo abordaremos la identidad nacional, que aún genera divisiones políticas y sociales y que representa un obstáculo para la construcción de comunidad. Las diferencias sociales ampliadas a razón del cambio climático, la falta de inclusión social, la reproducción de la segregación territorial e imposición de una hegemonía política inexistente en el país, entre otras razones, son causas eficientes de nuestra conflictividad social.

       El poder por el poder, sin sentido ni identidad, está en la base de la inestabilidad política latinoamericana. Los Mandatarios de esta región, por diferentes razones, hacen caso omiso a la necesidad de crear comunidad en torno a lo que fuimos y somos, asunto que en general se ha dejado de lado desde los tiempos de la independencia y que hasta hoy es fuente de conflicto social y político.

       En consecuencia, el futuro de Latinoamérica no parece alentador, no sólo por no estar haciendo reformas a sus estructuras educacionales, sociales y políticas tras los cambios vertiginosos registrados en la economía mundial que avanza hacia la robótica y la inteligencia artificial, sino por la confusión de sus líderes y, en especial,  por carecer de una visión de futuro para sus pueblos. En definitiva, los Mandatarios latinoamericanos por diferentes razones hacen caso omiso a la necesidad de crear comunidad en torno a lo que fuimos y somos, asunto que en general se ha dejado de lado desde los tiempos de la independencia, situación que hasta hoy es fuente de conflicto social y político.

FOTO: AGENCIAUNO

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